ROSTROS Y LUGARES DEL ANONIMATO; DE LA PINTURA METAFÍSICA A LA SOBREMODERNIDAD Por Adolfo Vásquez Rocca 1. Retratos, rostros y figuras del anonimato |
1. Introducción Las galerías modernas ya no exhiben retratos, sólo figuras desenfocadas. No es posible discernir los nombres ni el lugar donde posan los personajes pintados, mucho menos sus familias de procedencia; en la mayoría de los casos irradian una identidad velada. Los rostros se funden con el cuerpo en siluetas anónimas y se difuminan entre toilettes y luces de neón, desaparecen en la bruma, se esfuman al despuntar el alba, se repliegan en los fundidos de una biografía anodina. Nada digno de ser contado. Ningún lugar reconocible a partir de esas enormes plazas públicas de Giorgio de Chirico (1), donde maniquíes aislados cobijan el secreto de la identidad urbana; ninguna distinción relevante entre el espíritu íntimo y las formas de la exterioridad, en las ciudades nocturnas de Paul Delvaux, donde uniformados funcionarios trabajan imperturbables entre mujeres desnudas.
El arte contemporáneo desde Bacon, con una sensibilidad desgarrada, propia de la pintura del desastre (2), inscribe su intimidad sobre la piel de figuras innombrables, de planos abstractos y objetos autistas, desheredados de una tradición académica tributaria de los estilos precedentes. Ahora es el retrato mismo del pintor el que se trasunta y queda inscrito en la superficie de sus telas, la cual opera como espejo de su pasión, de su encanto o de su furia. Sobre esta superficie especular no se inscribe el nombre del pintor, sino el clamor de mil voces que lo constituyen. Todos aquellos espectadores, ansiosos de intimidades que asaltaban los museos antiguos como quien allana una vivienda burguesa, todos aquellos decepcionados por el lenguaje plano y discreto de la pintura abstracta, todos los espectadores corrientes del arte moderno se quedan sin palabras ante la patética soledad de los personajes que pululan en obras como las de Edward Hooper. Aunque Hopper mismo no lo supiese, lo que pintaba era un mundo sin salida, donde sus habitantes estaban atrapados. Todos sus cuadros parecen encerrarse en una impotencia tranquila, resignada, que fluye desde el rostro de las figuras solitarias o se disemina por las escenas urbanas, de gasolineras abandonadas. De los perfiles velados por la melancolía y el clima, de la “American Scene”, fría e impersonal, como si el lienzo fuera el registro agujereado por la descarga a quemarropa de dos gangsters al amanecer (3). Nunca un espacio público apareció tan desolado. La vulnerable intimidad de los “Halcones de la noche” nunca fue más vacía, nunca el espacio público estuvo habitado por fantasmas de una identidad más declinada.
Todos, también, hemos estado solos en algún aeropuerto, en ese terminal de una red inmensa e indeterminada de flujos que se mueven y se mezclan en todas direcciones, en esa situación de tránsito tan propio de los no-lugares, se experimentan ciertos estados de gracia posmodernos como el del viaje, cuando en lugar de estar, nos deslizamos, transcurrimos, sin afincar nuestra identidad ni tener que comprometernos más allá de dos horas. Aquí, en estos nuevos espacios de la indefinición donde el tiempo se extiende como goma de mascar advienen nuevas y extrañas enfermedades como las cronopatías -derivadas del abrupto cambio de usos horarios no asimilables a los ciclos biológicos. Este extraño personaje, el viajero, nunca está, ni nunca estuvo realmente en un sitio, sino que más bien se traslada, se desplaza, él mismo es sólo ese tránsito que efectúa y en el momento justo en que lo efectúa. Todo esto acontece –o deja de acontecer– en los así denominados “no lugares” en oposición al concepto "antropológico de lugar” asociado por Mauss y toda una tradición etnológica con el de cultura localizada en el tiempo y en el espacio. Los no lugares son tanto las instalaciones necesarias para la circulación acelerada de personas (vías rápidas, empalmes de rutas, aeropuertos) como los medios de transportes, o también los campos de transito prolongado. Momento en el que, sintomáticamente, se vuelve a hablar de patria (5), de la tierra y de las raíces. Pues vivimos en una época, bajo este aspecto también paradójica: en el momento mismo en que la unidad del espacio terrestre se vuelve pensable y en el que se refuerzan las grandes redes multinacionales, se amplifica el clamor de los particularismos: de aquellos que quieren quedarse solos en su casa o de aquellos que quieren volver a tener patria, como si el conservadurismo de los unos y el mesianismo de los otros estuviesen condenados a hablar el mismo lenguaje: el de la tierra y el de las raíces. Un mundo donde se nace en una clínica y se muere en un hospital, dónde pueden tener lugar futuristas ceremonias fúnebres con el cuerpo expelido en un cohete de acero, un contenedor rumbo a realizar periplos de inmortalidad. Un mundo extraño, donde se multiplican en modalidades lujosas o inhumanas los habitáculos, desde un foso en Guantánamo a un lujoso hotel-cápsula de Japón (6)–diseñados para ejecutivos sin tiempo para volver a casa; los puntos de tránsito y las ocupaciones full time, las cadenas de hoteles y las habitaciones ocupadas en el Green Plaza Shinjuku, los clubes de vacaciones, los campos de refugiados, las barracas miserables destinadas a desaparecer o a degradarse progresivamente produciendo zapatillas Nike; un mundo donde se desarrolla una abigarrada red de transporte que son también espacios habitados (7), donde el habitué de los megamercados, de los malles, de los cajeros automáticos renueva con los gestos pantomímicos del comercio autista. Un mundo así desacralizado por oficio y sin rituales, mudo e indiferente, prometido a la individualidad solitaria, a lo fugaz y efímero, al paisaje de neón, a los fundidos del inconsciente un destello turbador y una oquedad donde hundir la cabeza. Sólo las ciudades del futuro pueden ofrecer la esperanza de un verdadero lugar donde el corazón no sea turbado, un lugar proféticamente anunciado, donde hay muchas moradas, más que las del Green Plaza de Tokio. Allí donde finaliza el país retórico y una alteración del umbral del entendimiento ciega al sabio, dando paso a una zona de indiscernibilidad espiritual. Se abren aquí nuevas perspectivas ya no sólo para una antropología de la sobre-modernidad, sino para una etnología de la soledad y la esperanza escatológica.
Pese a todo, existen datos objetivos que permiten ensayar la posibilidad de una ciencia fisionónica. Tanto la expresión facial como la gestualidad se asientan en una fisiología universal (es decir, en códigos biológicos de respuestas mímicas y comportamientos innatos), sobre la que se superponen los códigos culturales de cada sociedad. Al referirnos a las diferenciaciones culturales hay que recordar que el protestantismo privilegió, en contraste con el catolicismo, la vida interior, el diálogo con Dios sin intermediarios, favoreciendo la introversión sobre la extroversión, mientras que el catolicismo romano privilegió la exteriorización de la culpa, mediante la confesión. El rostro templado (impávido), testimoniando control de las pasiones, se convirtió así en un atributo característico de la virtud protestante, mientras que la extroversión y la gran movilidad facial —que delataba falta de control de las emociones y vulnerabilidad al pecado— fue propia del catolicismo. Tal vez sólo los jesuitas, desde la Contrarreforma, también comenzaron a valorar el dominio propio pero bajo la equivoca vía de la autorrepresión psicológica, al punto que uno de sus más ilustres miembros, Baltasar Gracián, prescribió la impasibilidad facial como la virtud pública por antonomasia. La palabra impasible significa, literalmente, ‘sin pasiones’. Pero es bueno recordar que la frontera que separa la elegancia distante del impasible del rechazo del taciturno es muchas veces frágil. Finalmente habrá que referirse a las gafas de sol como máscara de las emociones, como adminículo del ocultamiento, se trata de un repertorio común que podemos rastrear desde la pintura metafísica de Giorgio de Chirico al look de Jack Nicholson en Cannes, lugar donde hace mas de cincuenta décadas se acuñó el concepto de glamour, asociado a la atracción de los rostros de las estrellas y la fotografía en blanco y negro, un concepto que luego se banalizaría con la publicidad y la visualidad de masas. |
ROSTROS Y LUGARES DEL ANONIMATO; DE LA PINTURA METAFÍSICA A LA SOBREMODERNIDAD Por Adolfo Vásquez RoccaNOTAS (1) Giorgio de Chirico inventaba la "pintura metafísica": última variación del simbolismo finisecular que se pretendía interpretación visual de Schopenhauer y Nietzsche. Giorgio De Chirico retomaba entonces las reglas clásicas de representación del espacio, y las llevaba hasta sus consecuencias más absurdas: sus cuadros de factura convencional y un aspecto seudoantiguo recreaban el mundo en su inverosimilitud. Giorgio de Chirico es uno de los pintores que más influencia ha tenido en el siglo XX. Una influencia sorda, inconfesa, subterránea; inquietante además, como sus mismos cuadros. Este pintor "talentoso pero poco dotado", como escribió Apollinaire, no sólo marcó a los primeros surrealistas (Dalí, Magritte, Tanguy, Masson, Max Ernst, etcétera) y a los pintores del Novecento italiano (Carra, Morandi), introdujo una manera de comprender el cuadro figurativo como objeto de contemplación poética que si, en su momento, pudo parecer antimoderna, se reveló a la postre fructífera y completamente a tono con cierta idea de la modernidad pictórica. (2) VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, La Escuela de Londres o "Pintura del desastre", en Psikeba, Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, 2006, http://www.psikeba.com.ar/articulos/AVRescuelalondres.htm (3) VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, Edward Hopper y el ocaso del sueño americano, en Revista Heterogénesis Nº 50-51 [Swedish-Spanish] _ Revista de arte contemporáneo. Tidskrift för samtidskonst: http://www.heterogenesis.se/Ensayos/Vasquez/Vasquez2.htm (4) DELGADO RUIZ, M., Anonimato y ciudadanía, Mugak, Centro de Estudios y Documentación sobre racismo y xenofobia, Nº 20, tercer trimestre de 2002. (5) Ver SLOTERDIJK, Peter, “Patria y globalización; Notas sobre un recipiente hecho pedazos”, en Revista Observaciones Filosóficas http://www.observacionesfilosoficas.net/patriayglobal.html (6) El Green Plaza Shinjuku, es el mayor hotel-cápsula de Tokio y probablemente del mundo. El precio –4.300 yenes (31 euros)– da derecho a Hiroshi a pasar la noche en una cápsula, a guardar sus pertenencias en una estrecha taquilla en la que le esperan la yukata (el tradicional albornoz japonés) y una toalla, y a hacer uso de las instalaciones colectivas del hotel, que se publicitan como propias de un establecimiento de cuatro estrellas. El recepcionista ofrece una llave-pulsera a Hiroshi, que se ajusta a la muñeca, y le dirige hacia la zona de taquillas, estrechos espacios diseñados para contener un traje y un ordenador portátil, el equipaje del hombre de negocios japonés. Junto a medio centenar más de hombres silenciosos, cambia su traje por el albornoz, la única vestimenta permitida en el interior del hotel. Con las zapatillas de celulosa en las que luce el logo del Green Plaza, Hiroshi recorre interminables pasillos repletos de cápsulas que dan la sensación de encontrarse en un cementerio. Filas de dos pisos de nichos. Un piloto verde encendido avisa de cuáles están ya alquiladas, aunque la mayoría de ellas tiene recogida la esterilla de bambú que hace de puerta, y aparece vacía. Busca su cápsula, la 2136, y se introduce en el pequeño cubículo amarillo: 1 metro de alto, 1 de ancho y 1,90 de largo. Hace calor. Abre la boca del aire acondicionado, situada en el techo sobre la cabeza, a pocos centímetros de la única fuente de luz del interior. Una fresca corriente de aire inunda el pequeño nicho, acompañada de un susurro. Un blanco haz de luz revela los detalles del alojamiento, que no cuenta con ningún ángulo recto ni esquinas afiladas, que suponen un peligro en tan reducido espacio. En el lado izquierdo, la pared sólo cuenta con un espejo circular y un panel en el que se explican las rutas de escape en caso de emergencia. También se detallan algunas prohibiciones como la de fumar en el interior o la de pernoctar dos o más personas en un solo cubículo, algo incomprensible para la mentalidad occidental. El lateral derecho cuenta con un pequeño saliente a modo de repisa, y sobre él se encuentra el panel de mandos, con el que se controla desde la intensidad de la luz hasta el canal del televisor. Tras comprobar que la pantalla empotrada en el techo funciona, se dirige con su toalla al quinto piso del hotel, donde están los baños y los saunas comunitarios. (7) AUGÉ, Marc, Los “no lugares”; espacios del anonimato, Ed. Gedisa, Barcelona, 1998, p. 84. |
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ROSTROS Y LUGARES DEL ANONIMATO; DE LA PINTURA METAFÍSICA A LA SOBREMODERNIDAD Por Adolfo Vásquez Rocca |
domingo, 21 de febrero de 2010
ROSTROS Y LUGARES DEL ANONIMATO; DE LA PINTURA METAFÍSICA A LA SOBREMODERNIDAD Por Adolfo Vásquez Rocca
sábado, 20 de febrero de 2010
MÚSICA Y FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA; REGISTROS POLIFÓNICOS DE JOHN CAGE A PETER SLOTERDIJK Adolfo Vásquez Rocca
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MÚSICA Y FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA; REGISTROS POLIFÓNICOS DE JOHN CAGE A PETER SLOTERDIJK Adolfo Vásquez Rocca
MÚSICA Y FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA; REGISTROS POLIFÓNICOS DE JOHN CAGE A PETER SLOTERDIJK Adolfo Vásquez Rocca
lunes, 15 de febrero de 2010
WILLIAM BURROUGHS; LITERATURA ECTOPLASMOIDE Y MUTACIONES ANTROPOLÓGICAS. Por Adolfo Vásquez Rocca
William Burroughs por Adolfo Vásquez Rocca
WILLIAM BURROUGHS; LITERATURA ECTOPLASMOIDE Y MUTACIONES ANTROPOLÓGICAS.
DEL VIRUS DEL LENGUAJE A LA PSICOTOPOGRAFÍA DEL TEXTO .
Adolfo Vásquez Rocca Ph.D.1
Resumen:
En la obra de William Burroughs el sujeto se encuentra manipulado y transformado por los procesos de contagio. El lenguaje es un virus que se reproduce con gran facilidad y condiciona cualquier actividad humana, dando cuenta de su intoxicada naturaleza. Los textos de Burroughs proliferan sin principio ni fin como una plaga, se reproducen y alargan en sentidos imprevisibles, son el producto de una hibridación de muy diversos registros que no tienen nada que ver con una evolución literaria tradicional, sus diferentes elementos ignoran la progresión de la narración y aparecen a la deriva desestructurando las novelas de su marco temporal, de su coexistencia espacial, de su significado, y posibilitando que sea el lector quien acabe por estructurarlas según sus propios deseos.
Ante esta situación vírica que Burroughs considera que impregna la existencia, el escritor entiende que nuestro fin es el caos. El caos como un espacio mítico donde reina lo híbrido, la fusión de lo contradictorio, el doble monstruoso. La función del caos en la escritura será una fascinación por los residuos, por el flujo verbal que nos lleva al hundimiento y a la perdida, por el retorno al silencio. La aspiración será “Encontrar un lenguaje endémico, caótico, que sea un lenguaje del cuerpo, que se convierta entonces en el fin reconocido de la escritura”.
Filosofía, Antropología y Literatura contemporánea por Adolfo Vásquez Rocca
Palabras clave:
Literatura, virus, metáfora, cuerpo, enfermedad, escritura, flujo,
psico-topografía, droga, hipertexto, posmodernidad.
"Emitir no puede ser nunca mas que un medio para emitir más, como la Droga. Trate usted de utilizar la droga como medio para otra cosa (...) Al emisor no le gusta la charla. El emisor no es un ser humano (...) Es el Virus Humano."
W. Burroughs
1. La metáfora viral.
A partir del análisis de los problemas epistemológicos y estéticos que plantea el diseño de lo que se ha dado en llamar Hipertexto2 me aproximaré a las nuevas retóricas con que la posmodernidad crea y deconstruye sus objetos e instituciones. Aquí atenderé al proceso de descentramiento o dislocación que se produce al moverse por una red de textos, desplazando constantemente el centro, es decir con un centro de atención provisional, un conjunto de cuerpos de textos conectados, aunque sin eje primario de organización. Estas nuevas articulaciones discursivas, propias de la digitalización de la escritura, que se pueden recorrer en diversas direcciones no sólo sucesivas sino simultáneas, no admiten una sola categorización, sino las más variadas: antinovela, antipoesía, escritura automática, parodia literaria, reflexión filosófica, meditación esotérica, interpretación talmúdica. Cuestionando así las nociones tradicionales de narrativa, univocidad y linealidad vigentes desde los tipos móviles de Gutenberg.
En el contexto de esta escritura laberíntica en la que corremos el riesgo del extravío del autor perdido en el texto o por los constantes y expansivos comentarios, estamos ante la idea del texto como tejido en perpetuo urdimiento, como un tejido que se hace, se traba a sí mismo y deshace al sujeto en su textura: una araña tal que se disolvería ella misma en las secreciones constructivas de su tela. En un sentido similar en la obra de William Burroughs el sujeto se encuentra manipulado y transformado por los procesos de contagio. El lenguaje es un virus que se reproduce con gran facilidad y condiciona cualquier actividad humana, dando cuenta de su intoxicada naturaleza. Los textos de Burroughs proliferan sin principio ni fin como una plaga, se reproducen y alargan en sentidos imprevisibles, son el producto de una hibridación de muy diversos registros que no tienen nada que ver con una evolución literaria tradicional, sus diferentes elementos ignoran la progresión de la narración y aparecen a la deriva desestructurando las novelas de su marco temporal, de su coexistencia espacial, de su significado, y posibilitando que sea el lector quien acabe por estructurarlas según sus propios deseos.
Así William Burroughs viene a ser el precursor de la deriva, en el sentido situ de dérive y en la definición de Lyotard de driftwork.
A partir de los textos de Burroughs es posible prever una geografía enteramente nueva, una especie de mapa de peregrinaciones en el que los lugares sagrados se han reemplazado con experiencias dromo-literarias: una verdadera ciencia de la psicotopografía.
La obra de Burroughs excede ampliamente el campo literario: el mundo del rock no sería lo que es sin él (bandas como The Soft Machine y Steely Dan, y movimientos como el Heavy Metal tomaron sus nombres de su obra) y artistas como Keith Richards, Laurie Anderson, Frank Zappa, Tom Waits y Patti Smith siempre lo han seguido y venerado. El cine y la historieta, sobre todo en los géneros ciencia-ficción y terror, estarían perdidos sin su guía (el cine de David Cronenberg, desde Shivers hasta eXistenZ, es un permanente homenaje a Burroughs, que se hace explícito en su versión de 1991 de El almuerzo desnudo), y de Alien en adelante su luz se extiende sobre todo lo bueno que el género ha podido aportar3.
2. - Laberinto y racionalidad nómade.
Ahora bien, la idea de recorridos en zig-zag, de vagabundeos como articulación discursiva –hipertextual–, nos remite a la idea de construcción laberíntica. La metáfora del laberinto ilustra la experiencia de lectura en el hipertexto electrónico.
El laberinto es una figura profundamente barroca, es una de las imágenes del caos: tiene un orden, pero oculto y complejo. Esta vinculado desde la perspectiva de la producción –o del diseño– a una complejidad inteligente y, desde la del usuario, al placer del extravío y al gusto por la argucia, por la agudeza para reencontrarse4. Curiosamente el laberinto contemporáneo se muestra como una estructura que proporciona sobre todo el placer del enigma y del extravío, más que el placer de la salida o elucidación. Es posible suponer que esta característica de los laberintos de hoy obedece a un rechazo generalizado a la sistematicidad, actitud que se corresponde con un modo de pensar “nómade” afín a la asistematicidad del pensamiento posmoderno.
Los abordajes fragmentarios privilegian la forma sobre el contenido, una preeminencia de las disposiciones de búsqueda y de acceso múltiple a los temas, sobre la mera adquisición de determinados conocimientos5.
Los mundos virtuales son laberintos más formales que materiales. Viven una extraña vida que depende de los diversos enlaces con los que están tejidos los modelos lógico-matemáticos, que dan nacimiento a seres casi autónomos, intermediarios6, en constante epigénesis por nuestra interacción estructurante. En efecto, su “plano” se modifica sin cesar bajo el efecto de nuestras “trayectorias”, sus estructuras se forman en función de nuestros desplazamientos.
En general, es necesario hablar no sólo de un gusto distinto al que otorga la seguridad de lo homogéneo e integral, sino de todo un placer por el trabajo sin control, vehiculado por la extensión de un nuevo tipo de tareas y prácticas que exigen la inmersión en pequeños bloques, zonas, áreas, sin visión panóptica. Es lo que he denominado obsesión por los fragmentos, propios de los nodos y enlaces digitales de las nuevas tecnologías, las que están cambiando el modo de pensar el lenguaje y sus aplicaciones, los textos. De este modo, el hipertexto aparece como un fetiche –objeto– neobarroco de la inquietante racionalidad postmoderna, en permanente desplazamiento.
Estos nuevos laberintos nos enfrentan a experiencias nuevas del espacio y a un nuevo género de paradojas. La metáfora del laberinto remite a la idea del desplazamiento. El laberinto es a la vez mapa y territorio. Posee ambas naturalezas que cruza y combina. Es un espacio intermediario, mediador, entre el plano y la trayectoria.
El laberinto ha de ser vencido, no solamente contemplado. No puede seguir siendo un simple objeto de saber, debe ser una verdadera prueba iniciática, es el lugar y ocasión de un paso –un pasadizo–.
Una nueva puesta en relación de las teorías hipertextuales –particularmente la metáfora del laberinto– con el cine de Ruiz, nos abre a la visión del autor como cartógrafo.
Filosofía, Antropología y Literatura contemporánea por Adolfo Vásquez Rocca
3.- El Almuerzo desnudo y la espectralidad de la heroína.
Burroughs7 propaga su metáfora paranoica del virus a partir de Naked Lunch –El Almuerzo desnudo8–, obra casi inmediatamente posterior a Junky9 que, desde la misma espectralidad de la heroína, emula con talento la escritura experimental de su época. La manía viral de Burroughs se muestra en cada una de sus obras, pero donde alcanza ribetes delirantes es en su Ensayo de ficción La revolución electrónica10, donde el autor postula que el lenguaje humano es un sistema viral invasivo. Según Burroughs, una infección viral atacó a los homínidos del pre-paleolítico catalizando mutaciones deformantes de las neuronas, del aparato sonoro y de la estructura máxilofacial.
En la obra de William Burroughs el sujeto se encuentra manipulado y transformado por los procesos de contagio. El lenguaje es un virus que se reproduce con gran facilidad y condiciona cualquier actividad humana, dando cuenta de su intoxicada naturaleza. Los textos de Burroughs proliferan sin principio ni fin como una plaga, se reproducen y alargan en sentidos imprevisibles, son el producto de una hibridación de muy diversos registros que no tienen nada que ver con una evolución literaria tradicional, sus diferentes elementos ignoran la progresión de la narración y aparecen a la deriva desestructurando las novelas de su marco temporal, de su coexistencia espacial, de su significado, y posibilitando que sea el lector quien acabe por estructurarlas según sus propios deseos11.
El propio Burroughs, en su novela Naked Lunch, visualiza masas ectoplásmicas compuestas de una substancia gelatinosa más viva, y por tanto más repugnante y más fascinante que la vida misma, que posee y simula indiferentemente tanto la fisonomía de los yonquis como la de los agentes federales que los persiguen. Repúblicas, corporaciones, organizaciones, laboratorios, sustancias, funcionarios, agentes, técnicos, víctimas, conspiradores, tan alucinados como hiper-reales conforman el cultivo viral, ectoplasmoide que palpita en torno al agujero negro de la Droga.
4.- La droga y sus ciclos compulsivos; monopolio y escatología.
Como podemos constatar en los textos inaugurales de Burroughs y en la legislación anti-droga que les precedieron por apenas unos años, el imaginario de la Droga ha invocado desde sus inicios la fobia del contagio. La droga figura como agente extraño que infecta el cuerpo social. Hasta la propia escritura sobre el flagelo, incluyendo este texto, debe poseer propiedades infecciosas, según los más adeptos censores. Hoy, en la época del HIV, y dadas las metonimias de droga, sexo y sangre que conforman sus historias de contagio, surge una encarnación espectral de la Cosa con grandes repercusiones imaginarias y simbólicas de valor atávico: ella es el plasma sanguíneo humano. Es perfectamente previsible y poco sorprendente que la Droga máxima, y por ende, el máximo agente viral por venir en esta época de revolución apocalíptica permanente, sea la sangre humana.
Un admirador de Burroughs, Terry Southern, pergeñó un oscuro relato titulado “La sangre de un pelucón”, donde el protagonista agarra tremendos embales inyectándose sangre humana gracias a sus contactos con una cábala de tecnólogos adjuntos a un manicomio donde ellos obtienen y distribuyen la sangre con propiedades psicoactivas de los pacientes esquizos. De hecho, el investigador del museo Pitts River de Oxford, Richard Rudgley, constata informes sobre la presencia natural del potente alucinógeno 5-MeO-DMT en la sangre de algunos esquizofrénicos. Por otro lado, el novelista británico Phillip Kerr, en su crónica de ciencia-ficción, El segundo ángel, visualiza un año 2069 cuando el precio estándar de la sangre regula la economía global.
El 80% de la población está contagiada de un virus análogo al HIV, aunque de acción más lenta y con pronóstico fatal de 100%. La acción retardada e inicialmente indetectable del virus decuplica su potencial de contagio. La única cura disponible supone una transfusión completa de sangre incontaminada. El precio del litro de sangre pura se dispara hasta rebasar por mucho el precio del oro, convirtiendo la sangre en nuevo estándar monetario de la economía internacional. Poderosos bancos de sangre rigen la economía. La actividad criminal se transforma: los bancos de sangre se albergan tras inexpugnables fortalezas digitalizadas; carteles hematológicos controlan un tráfico ilegal de sangre, bandidos vampirescos asaltan a personas incontaminadas para absorberles la última gota de plasma, sobrepreciada mercancía que anula el valor de toda otra posesión, incluyendo el dinero mismo -¡quién quiere tu dinero, lo que queremos es tu sangre ¡-tu sangre es dinero!
Filosofía, Antropología y Literatura contemporánea por Adolfo Vásquez Rocca
5.- El lenguaje como un virus.
Ahora bien, el aparato lógico-retórico puede ser rearmado y asumir diversas formas. Algo similar acontece en un sistema viral, apto para reproducir a cada instante una replica de sí mismo. De aquí puede desprenderse una zozobra de carácter ontológico-lingüística, la duda: ¿somos nosotros los que hacemos el lenguaje o el lenguaje a nosotros? El caso es que los virus, sean estos orgánicos o digitales (informáticos), ilustran de manera insuperable los caminos que escoge el universo para resumirse, en un ajuste de cuentas abstracto con los signos –y su vocación viral– que amenazan con un día detenernos para siempre en una confusión de lenguas: la dispersión en nuestra propia Babel, el extravío en nuestro laberinto recursivo.
Ante esta situación vírica que Burroughs considera que impregna la existencia, el escritor entiende que nuestro fin es el caos12. El caos como un espacio mítico donde reina lo híbrido, la fusión de lo contradictorio, el doble monstruoso. La función del caos en la escritura será una fascinación por los residuos, por el flujo verbal que nos lleva al hundimiento y a la perdida, por el retorno al silencio. La aspiración será “Encontrar un lenguaje endémico, caótico, que sea un lenguaje del cuerpo, que se convierta entonces en el fin reconocido de la escritura”13.
Será así como Burroughs basará su trabajo literario en la discontinuidad, la reiteración, la contaminación, lo inacabado y desmembrado, todo ello reflejo de un mundo corrompido, en vías de descomposición, y de un individuo desgarrado y confuso, que se aproxima a su negación.
De este modo para Burroughs el lenguaje es un virus: esa es la naturaleza del más preciado objeto de deseo de escritores y poetas: el lenguaje: “el lenguaje es un virus del espacio exterior”. Es un virus porque no ha sido creado por el hombre, sino que lo ha invadido y vive en él como un parásito; y es un virus –y no una bacteria u otro organismo– porque es algo no viviente que, al introducirse en un ser vivo, usurpa las características de la vida: puede reproducir sus cadenas informativas dentro del organismo y luego infectar a otros; puede incluso matar (y quién duda de que el lenguaje mata: después de todo qué es lo que lleva al cuerdo a volverse loco y a ambos al suicidio sino una serie de frases que giran interminablemente en la cabeza y no dejan vivir)14.
Al comparar los fenómenos orgánicos con los fenómenos reproductivos que acaecen en el mundo virtual, es indudable que podemos extraer lecciones profundas sobre la naturaleza de los procesos lógicos. Aquí los virus constituyen una metáfora fundamental que posibilita una lectura antropológico-literaria de los textos de Burroughs. Esto, por las particulares características de estos micro-organismos, por sus despliegues alambicados, por su autonomía y su narcótica autorreferencialidad y, sobretodo, por su hábil oportunismo.
El virus informático, es el más curioso y paradójico síntoma de que la tecnología, al desbordar sus finalidades, provoca imprevisibles ironías. Ellos, remotos, numerosos, multidireccionables, anónimos, apostados esperando el sabotaje patológico: a fuerza de autorreproducción ciega, amenazan con llevar el sistema al estado de entropía máxima, muerte térmica de la programación, donde sólo habita el virus.Es posible que en algunos años las técnicas de escritura viral, ya hoy en un embrionario proceso invasivo, pasen a constituirse en los únicos medios de expresión, en el ultimo balbuceo de un lenguaje infiltrado y parasitado, en el cierre definitivo del universo del discurso.
Ante esta situación vírica que Burroughs considera que impregna la existencia, el escritor entiende que nuestro fin es el caos15. El caos como un espacio mítico donde reina lo híbrido, la fusión de lo contradictorio, el doble monstruoso. La función del caos en la escritura será una fascinación por los residuos, por el flujo verbal que nos lleva al hundimiento y a la perdida, por el retorno al silencio. La aspiración será “Encontrar un lenguaje endémico, caótico, que sea un lenguaje del cuerpo, que se convierta entonces en el fin reconocido de la escritura”16.
Será así como Burroughs basará su trabajo literario en la discontinuidad, la reiteración, la contaminación, lo inacabado y desmembrado, todo ello reflejo de un mundo corrompido, en vías de descomposición, y de un individuo desgarrado y confuso, que se aproxima a su negación.
Al comparar los fenómenos orgánicos con los fenómenos reproductivos que acaecen en el mundo virtual, es indudable que podemos extraer lecciones profundas sobre la naturaleza de los procesos lógicos. Aquí los virus constituyen una metáfora fundamental que posibilita una lectura antropológico-literaria de los textos de Burroughs. Esto, por las particulares características de estos micro-organismos, por sus despliegues alambicados, por su autonomía y su narcótica autorreferencialidad y, sobretodo, por su hábil oportunismo.
El virus informático, es el más curioso y paradójico síntoma de que la tecnología, al desbordar sus finalidades, provoca imprevisibles ironías. Ellos, remotos, numerosos, multidireccionables, anónimos, apostados esperando el sabotaje patológico: a fuerza de autorreproducción ciega, amenazan con llevar el sistema al estado de entropía máxima, muerte térmica de la programación, donde sólo habita el virus.
Es posible que en algunos años las técnicas de escritura viral, ya hoy en un embrionario proceso invasivo, pasen a constituirse en los únicos medios de expresión, en el ultimo balbuceo de un lenguaje infiltrado y parasitado, en el cierre definitivo del universo del discurso.
Los actos de un toxicómano cualquiera, como los personajes que pululan en el alucinado universo de Burroughs, se estructuran como un lenguaje altamente inestable. La droga produce esa mirada extraña, ese estado alucinatorio a partir del cual se establecen paranoicas e instrumentales relaciones. Todos los valores sociales, culturales y morales del hombre parecen condensarse en una ecuación única que Burroughs llama el álgebra de la necesidad. El elemento alucinógeno no es más que un gran aparato de control, que a su vez se sitúa debajo de otro, el médico-policiaco, el cual cumple la misión de generar la adicción. "La droga es un molde de monopolio y posesión (...) la droga es el producto ideal (...) la mercancía definitiva" 17
En el mundo de Burroughs la expresión "vivir para la droga" es inadecuada, pues la droga no sería siquiera el objeto de una vida. Más bien la droga sustituye el vivir, deja de ser objeto de la pulsión vital para sustituir esa pulsión con su propio ciclo compulsivo, con una 'vida' más real que la vida misma.
"La droga –señala Burroughs– es una inoculación de muerte que mantiene el cuerpo en condición de emergencia"18. Un cuerpo para el capital es un cuerpo en perenne condición de emergencia. El capital se retroalimenta de la revolución permanente de sus propias condiciones de producción, que se repiten y perpetúan gracias a su autodestrucción cíclica continua. La droga como mercancía importada por los centros capitalistas de occidente es la advocación escatológica del ciclo del capital, su absoluto end-product revelado como avatar tóxico de sí mismo.
Su principal síntoma fue el lenguaje. En este teorema de Burroughs el síntoma y el agente infeccioso son indistinguibles. El lenguaje humano es una espora semiótica de virus desmolecularizados, con los que la CIA, la KGB y otras instituciones espectrales infectan y reinfectan a la población incauta. La adición a las drogas, las perversiones y los motines urbanos actúan como señales sintomáticas y como dispositivos de contagio. El oficiante underground de la droga, del sexo y de la violencia cumple su tarea revolucionaria al acelerar indefinidamente la propagación viral masiva con todo tipo de trucos electrónicos y massmediáticos. El objetivo es la revolución apocalíptica permanente. No es difícil deducir que existe una relación simbiótica entre el recurso del apocalipsis y la consistencia espectral de las instituciones del poder.
Consideremos además que la droga, esta droga –la morfina– o cualquier otra, es un anti-objeto; que la droga es poco definible como objeto de deseo, pues la construcción de su hábito conlleva sustituir los objetos de deseo ordinarios forjados, perseguidos, sitiados, capturados o evadidos en las fantasías de la realidad cotidiana, por un solo objeto que, como el dinero, representa a todos los objetos sin poseer otro valor que sustituir esos objetos.
Maila Nurmi, Vampira herself, as The Poetess in The Beat Generation (1959)
6.- Periplos de inmortalidad y angustia de caducidad.
El mundo era un frío laboratorio y la inmortalidad nuestra mayor fantasía. Dispuestos para la resurrección biotecnológica yacen congelados, suspendidos criogénicamente, los restos de Walt Disney. Sin embargo la muerte esta ya en marcha en el seno misma de la vida.
Por lo general, una célula esta destinada a dividirse un cierto número de veces para luego morir. Pero si en el curso de esta división, algo perturba este proceso –por ejemplo, una alteración en el gen que previene los tumores o en los mecanismos que gobiernan la apoptosis19 celular– la célula se convierte en una célula cancerosa. Olvida morir. Olvida cómo morir. Continúa clonándose a sí misma una y otra vez, creando miles de réplicas de sí misma, llegando así a formar un tumor. Lo habitual es que el sujeto muera como resultado de ello y que las células cancerosas mueran con el. Pero en el caso de Henrietta Lacks, las células tumorales tomadas de su cuerpo fueron cultivadas en un laboratorio y continuaron proliferando incesantemente. Llegando a constituir un espécimen tan sorprendente y virulento que ha sido enviado al espacio, a bordo del satélite norteamericano Discoveri 17. Así el cuerpo diseminado de Henrietta Lacks, clonado a nivel molecular, esta realizando sus periplos de inmortalidad.
Hay algo escondido dentro de nosotros; nuestra propia muerte pero algo más está oculto, al acecho, apostado dentro de cada una de nuestras células: el olvido de la muerte. En las células acecha nuestra inmortalidad.
Es habitual hablar de la lucha de la vida contra la muerte, pero hay un peligro inverso. Tenemos que luchar contra la probabilidad de que no muramos.
Ciegamente soñamos con vencer la muerte a través de la inmortalidad, ignorando que este es tal vez el más terrible de los destinos.
Codificado en la temprana vida de nuestras células, este destino está ahora reapareciendo en nuestro horizonte, x con la llegada de la clonación.
La pulsión de muerte, según Freud, es precisamente la nostalgia de un estado anterior a la aparición de la individualidad y de la diferenciación sexual, un estado…Repeticiones de seres idénticos.
Nos encontramos en el proceso de reactivar esta inmortalidad patológica, la inmortalidad de la célula cancerígena, tanto a nivel individual como al nivel de las especies como un todo. Es la venganza contra los seres mortales y sexuales de las formas de vidas inmortales e indiferenciadas, En lo que podríamos llamar, al modo de Baudrillard, la solución final.
Un sistema viral produce a cada instante una réplica de sí mismo.
En el contexto de una guerra biológica, al tiempo que el autor de un virus anuncia su presencia devastando el ambiente, el propio virus, con relativa autonomía, también se anuncia así mismo, desbordando incluso su proyecto original por vía de alguna mutación inesperada.
La muerte, que una vez fue una función vital se podría convertir en un lujo, en un costoso placer. En todos los modos futuros de la civilización, donde la muerte habrá sido eliminada, los clones del futuro podrán pagar muy bien por el lujo de morir.
Ni la psicología ni la biología han reconocido el lugar central de la pulsión de muerte en la determinación de los seres humanos. Y así como hay una pulsión de inmortalidad para la cual se tienen respuestas tecnológicas como la clonación, también hay una pulsión de muerte. Como hemos visto, estas pulsiones entran en juego simultáneamente y es posible que una no sea más que una variante de la otra, nada más que su dilatación.
Filosofía, Antropología y Literatura contemporánea por Adolfo Vásquez Rocca
7.- Las metáforas de la Enfermedad y sus mutaciones antropológicas.
¿Qué clase de cosa es la Enfermedad (siempre se trata de una y sólo una: en el siglo XIX, en el XX, en el XXI), y en qué sentido nos sirve para pensar la literatura? Una cosa imaginaria, una cosa en el registro de lo imaginario y, por eso, parte de la ecología de la Imaginación.
La enfermedad, disturbio de la salud, al mismo tiempo que representa un desorden de la naturaleza, es aquello que se sustrae al aparato jurídico. Lo señala Foucault en su curso Los anormales (1975) y en los libros que de ese curso se deducen, como Vigilar y castigar o el primer tomo de la Historia de la sexualidad): la teratología del siglo XIX es una teoría donde lo monstruoso es aquello que desafía a la vez las leyes naturales y las leyes del sistema jurídico1
Los portadores de HIV son los verdaderos cyborgs de nuestro tiempo: una conexión hombre-máquina donde la farmacología establece un agenciamiento molecular, una relación diseminada en cada molécula del cuerpo. Más allá del monstruo clásico del siglo XIX y del cuerpo sin órganos del siglo XX, es ésta la mutación antropológica de la que somos protagonistas.
La noción de monstruo es esencialmente una noción jurídica -jurídica en el sentido amplio del término, claro está, porque lo que define al monstruo es el hecho de que, en su existencia misma y su forma, no sólo es violación de las leyes de la sociedad, sino también de las leyes de la naturaleza-. Es, en un doble registro, infracción a las leyes en su misma existencia. El campo de aparición del monstruo, por lo tanto, es un dominio al que puede calificarse de jurídico biológico. Por otra parte, el monstruo aparece en este espacio como un fenómeno a la vez extremo y extremadamente raro. Es el límite, el punto de derrumbe de la ley y, al mismo tiempo, la excepción que sólo se encuentra, precisamente, en casos extremos. Digamos que el monstruo es lo que combina lo imposible y lo prohibido.
El monstruo es la excepción por definición; el individuo a corregir es un fenómeno corriente. Tan corriente que presenta -y ésa es su primera paradoja- la característica de ser, en cierto modo, regular en su irregularidad. Por consiguiente, a partir de ahí también van a desplegarse toda una serie de equívocos que reencontraremos durante mucho tiempo, luego del siglo XVIII, en la problemática del hombre anormal.
8.- Profusión textual, alteridad y fenómenos cancerígenos.
Nada más expansivo -y profuso-, además de límite como experiencia, que el cáncer; un linfoma del que nunca se había notado más que su eventualidad (no su necesidad, por cierto: pocos trasplantados pasan por ello), señalada en el prospecto de la ciclosporina. La causa es la baja inmunitaria. El cáncer es como el rostro masticado, ganchudo y estragado del intruso. Extraño a mí mismo, y yo mismo que me enajeno. ¿Qué decir? si se discute todavía acerca de la naturaleza exógena o endógena de los fenómenos cancerígenos.
Aquí también, de otro modo, el tratamiento exige una intrusión violenta. Se esta ante procesos y terapias altamente invasivos. Incorpora una cantidad de ajenidad quimioterapéutica y radioterapéutica. Al mismo tiempo que el linfoma roe el cuerpo y lo agota, los tratamientos lo atacan, lo hacen sufrir de diversas maneras, y el sufrimiento es la relación entre una intrusión y su rechazo. Aun la morfina, que calma los dolores, provoca otro sufrimiento: el embrutecimiento y el extravío.
El tratamiento más elaborado se denomina «autotrasplante» (o “trasplante de células madre”): después de haber vuelto a activar mi producción linfocitaria por medio de «factores de crecimiento», durante cinco días seguidos se extraen glóbulos blancos (se hace circular toda la sangre fuera del cuerpo y los extraen mientras esta circula). Los congelan. Luego ponen al paciente en una cámara estéril durante tres semanas y le aplican una quimioterapia muy fuerte, que deprime la producción de la médula antes de reactivarla mediante el reimplante de las células madre congeladas (sobrevuela un extraño olor a ajo durante este procedimiento…). La baja inmunitaria llega a niveles extremos y genera fuertes fiebres, micosis, trastornos en serie, antes de que la producción de linfocitos se recupere.
Uno ya no se reconoce: pero «reconocer» no tiene ahora sentido. Uno no tarda en ser una mera fluctuación, una suspensión de ajenidad entre estados mal identificados, dolores, impotencias, desfallecimientos. La relación consigo mismo se convierte en un problema, una dificultad o una opacidad: se da a través del mal o del miedo, ya no hay nada inmediato, y las mediaciones cansan.
Yo termino/termina por no ser más que un hilo tenue, de dolor en dolor y de ajenidad en ajenidad. Se llega a cierta continuidad en las intrusiones, un régimen permanente de la intrusión: a la ingesta más que cotidiana de medicamentos y a los controles en el hospital se agregan las consecuencias dentales de la radioterapia, así como la pérdida de saliva, el control de los alimentos y el de los contactos contagiosos, el debilitamiento de los músculos y de los riñones, la disminución de la memoria y de la fuerza para trabajar, la lectura de los análisis, las reincidencias insidiosas de la mucositis, la candidiasis o la polineuritis, y esa sensación general de no ser ya disociable de una red de medidas, de observaciones, de conexiones químicas, institucionales, simbólicas, que no se dejan ignorar como las que constituyen la trama de la vida corriente y, por el contrario, mantienen incesante y expresamente advertida a la vida de su presencia y su vigilancia. Soy ahora indisociable de una disociación polimorfa.
9.- Profilaxis, virulencia y políticas de climatización
El universo era un frío laboratorio y el mundo un experimento térmico donde proliferan políticas de climatización. El calentamiento global o la helada cósmica vienen a ser dos apocalípticos escenarios, escatológicamente excluyentes, pero posibles como condiciones de inviabilidad de la especie; aún cuando en realidad podamos suponer que el exterminio del hombre ha comenzado ya y esta teniendo lugar con el exterminio de sus gérmenes. Así, sin más, con sus humores, sus pasiones, su risa, su sexo, sus secreciones, sus fluidos, el propio hombre no es más que un sucio y pequeño germen, un virus irracional que altera el universo de la transparencia. Cuando sea expurgado, cuando todo haya sido expurgado y haya sido eliminada toda la contaminación social y bacilar, sólo quedará el virus de la tristeza en un universo de una limpieza y una sofisticación mortales.
Siendo a su vez el pensamiento – como hemos anticipado - una red de anticuerpos y un sistema de defensa inmunológica natural, éste también se encuentra fuertemente amenazado. Corre el peligro de ser drásticamente sustituido por una burbuja electrónica cerebro-espinal expurgada de cualquier reflejo animal o metafísico. De algún modo todos ya vivimos en una esfera20 (Sloterdijk) como las que rodean a algunos personajes del Bosco, envoltura transparente en la que nos refugiamos, a la vez desvalidos y superprotegidos, condenados a la inmunidad artificial y a la transfusión perpetua y condenados a morir al menor contacto con el mundo.
Bien pude ser esta la forma en que hemos perdido las defensas, convertidos en inmunodeficitarios virtuales.
En un espacio superprotegido, el cuerpo pierde todas sus defensas. En las salas quirúrgicas la profilaxis es tan exacerbada que ningún microbio y ninguna bacteria pueden sobrevivir. Ahora bien, justo allí es donde nacen ciertas enfermedades misteriosas, anómalas, virales. Pues los virus, por su parte, proliferan tan pronto como se les deja espacio. En un mundo expurgado de las viejas infecciones, en un mundo clínico “ideal”, se despliega una patología impalpable, implacable, nacida de la propia desinfección.
Adolfo Vásquez Rocca
Adolfo Vásquez Rocca Ph.D
Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Profesor de Antropología y Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad Andrés Bello UNAB. – En octubre de 2006 y 2007 es invitado por la 'Fundación Hombre y Mundo' y la UNAM a dictar un Ciclo de Conferencias en México. – Miembro del Consejo Editorial Internacional de la 'Fundación Ética Mundial' de México. Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Argentina. Miembro del Conselho Editorial da Humanidades em Revista, Universidade Regional do Noroeste do Estado do Rio Grande do Sul, Brasil. Director de Revista Observaciones Filosóficas. Profesor visitante en la Maestría en Filosofía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y Profesor Asociado al Grupo Theoria –Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado– UCM. Académico Investigador de la Vicerrectoría de Investigación y Postgrado, Universidad Andrés Bello. Artista conceptual. Ha publicado recientemente el Libro: Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización, Colección Novatores, Nº 28, Editorial de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia, España, 2008.
WILLIAM BURROUGHS; LITERATURA ECTOPLASMOIDE Y MUTACIONES ANTROPOLÓGICAS. Por Adolfo Vásquez Rocca
1 Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Profesor de Antropología y Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad Andrés Bello UNAB. – En octubre de 2006 y 2007 es invitado por la 'Fundación Hombre y Mundo' y la UNAM a dictar un Ciclo de Conferencias en México. – Miembro del Consejo Editorial Internacional de la 'Fundación Ética Mundial' de México. Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Argentina. Miembro del Conselho Editorial da Humanidades em Revista, Universidade Regional do Noroeste do Estado do Rio Grande do Sul, Brasil. Director de Revista Observaciones Filosóficas. Profesor visitante en la Maestría en Filosofía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y Profesor Asociado al Grupo Theoria –Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado– UCM. Académico Investigador de la Vicerrectoría de Investigación y Postgrado, Universidad Andrés Bello. Artista conceptual. Ha publicado recientemente el Libro: Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización, Colección Novatores, Nº 28, Editorial de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia, España, 2008.
2 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, Artículo “El Hipertexto y las nuevas retóricas de la postmodernidad; textualidad, redes y discurso excéntrico“REVISTA PHILOSHOPHICA N º 27 2004, Instituto de Filosofía Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. pp. pp.331 – 350 , http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2005889&orden=68866&info=link
3 “Burroughs, el profeta del horror”, Carlos Gamerro, en Página 12, 17 de Febrero de 2002, Argentina
4 Es interesante observar que el proceso de solución del enigma del laberinto sólo es posible actuando constantemente por transformación más que por estabilidad.
5 VERÓN, Eliseo, Esto no es un libro, Editorial Gedisa S.A., Barcelona, 1999, p. 137.
6 QUÉAU, Philippe, Lo virtual, virtualidades y vértigos, Paidós, Barcelona, 1995, p. 87.
7 William Burroughs, St. Louis EEUU, 1914-1997.
8 BURROUGHS, William, El Almuerzo desnudo, Ed. Bruguera, 1980.
9 BURROUGHS, William, Yonqui, Ed. Júcar, Barcelona, 1988.
10 BURROUGHS, William, "The Electronic Revolution", 1970.
11 BOCKRIS, Victor, Con William Burroughs; Conversaciones privadas con un genio moderno, Ed. Alba, Barcelona,. 1998.
12 CORTÉS, José M., Orden y Caos; Un estudio sobre lo monstruoso en el arte, Ed. Anagrama, Barcelona, 1997, p. 191.
13 GRÜNBERG, S., À la recherche d’un corps (Language et silence dans l’oeuvre de William Burroughs), Paris, Seuil, 1979, p. 81.
14 Cfr. “Burroughs, el profeta del horror”.
15 CORTÉS, José M., Orden y Caos; Un estudio sobre lo monstruoso en el arte, Ed. Anagrama, Barcelona, 1997, p. 191.
16 GRÜNBERG, S., À la recherche d’un corps (Language et silence dans l’oeuvre de William Burroughs), Paris, Seuil, 1979, p. 81.
17 BURROUGHS, William, El Almuerzo desnudo, Ed. Bruguera, 1980, p. 8-9
18 BOCKRIS, Victor, Con William Burroughs; Conversaciones privadas con un genio moderno, Ed. Alba, Barcelona, 1998.
19 Especie de “muerte celular programada”, un “suicidio” genéticamente determinado.
20 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, Artículo, “Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización” En Eikasia Revista de Filosofía, año I - número 5- julio 06 , Oviedo, España ISSN: 1885-5679; http://www.revistadefilosofia.com/SLOTERDIJK.pdf