1.
Una
historia personal intensa, una obra que genera controversia, una
familia que lleva un apellido clave: todos esos elementos conviven bajo
el nombre de Lucian Freud, el artista vivo más importante de Europa, el
último gran pintor figurativo
Lucian
Freud, nieto de Sigmund Freud, nació en Berlín en 1922. Con once años
conoce el exilio. Huyendo del régimen nazi, su familia llega a
Inglaterra. A los 17, se nacionaliza británico. Hacia 1947 conoció a
Francis Bacon, con quien compartiría la amistad y esa inclinación por
pintar el cuerpo de maneras no complacientes.
Lucian
Freud, el nieto del creador del psicoanálisis, pinta desnudos porque le
permiten "ver los instintos y deseos básicos" de la gente. De alguna
manera Lucian Freud continúa la tradición inaugurada por su abuelo de
descubrir en las personas lo que está más allá de lo visible.
Como
su abuelo, el pintor intenta llegar más allá de lo visible, algo que no
deja de ser paradójico, tratándose de un pintor. "No es importante
—dice— copiar apropiadamente al modelo. La pintura es todo lo que se
siente sobre ella, todo lo que se piensa sobre ella, todo lo que se pone
en ella cuando se la pinta". Lucian Freud quiere ver a la gente tan
natural y física como si fueran animales: para que dejen caer sus
"fachadas protectoras", como él mismo las llama, y así poder sacar de
ellas cosas que ni las personas sospechan que tenían dentro. Cualquier
similitud con el psicoanálisis no es, ni por asomo, mera coincidencia.
Parece
que parte del secreto de esta "veracidad de la carne" que busca —y
encuentra— el artista, reside en los materiales que Freud usa para
pintar, en especial un pigmento granular llamado "blanco de cremnitz",
que es mucho más pesado (con más cuerpo) que los óleos comunes.
2.
Freud
no pinta cuerpos bellos; ni rostros hermosos. No al menos en el sentido
tradicional. Más bien se trata de retratos perturbadores e
inquietantes, que hacen pensar en el ser humano desprotegido, como un
cúmulo de carne viva que se pliega. Freud describe con gran detenimiento
todos los perfiles de la carne, se detiene en los sofás o habitaciones
que sirven como decorados decrépitos.
Lucian
Freud comienza con una paleta clásica y suave. A medida que avanza, las
obras cambian de ritmo y de contenido, la expresividad sufre un
crescendo de realismo explícito e impúdico, nunca obsceno, pero sí se
entierra en la búsqueda introspectiva que es la marca de su arte.
Los
cuerpos, especialmente los femeninos, aparecen deformes, enfáticos,
flácidos, tamizados por cierta crueldad. Sus cuerpos son cuerpos
deshechos, de carnes trémulas como si no tuviesen huesos, cuerpos sin
felicidad y permanentemente sumergidos en el ansia1. La carne en las pinturas de Freud son textos en los que leemos crueldad, arrogancia y obsesión.
Lo
más sorprendente de la obra de Lucian Freud es su conocimiento y su
pasión por la carne, por los volúmenes (untuosos, cargados de erotismo, a
veces monumentales), por los pliegues, por el deseo (baste ver su
obsesión por los genitales, muchos de sus modelos yacen con las piernas
abiertas) donde comprobamos que no sólo la mente hace memoria, la hace
también el cuerpo. A partir del manejo de la luz, el espectador se
percatará de cómo las presencias de Lucian Freud habitan la intensidad
de ser miradas, porque mirar implica penetrar en el lienzo y ser
testigos de la desnudez, de la desolación contemporánea y, al mismo
tiempo, de la solidez de unos personajes que hablan a través del
poderoso silencio de sus cuerpos. Cada línea, cada capa de piel es una
historia que Freud nos cuenta. Él, por medio de su lenguaje plástico,
empuja a las personas a conocerse (reconocerse) para entonces
convertirse en sí mismas. Si la desnudez aclara y pone la luz sobre los
sentidos (y éstos, a su vez, son vías de revelación y discernimiento) la
obra de Freud es una manifestación espejo en donde, los cuerpos ajenos,
son una representación de nuestra propia esencia humana. La piel se
presenta entonces como lienzo, como una geografía multiemocional.
3.
Lucian
Freud fue noticia hace un tiempo por la venta —en 5,9 millones de
euros— de un retrato suyo de la modelo británica Kate Moss, embarazada y
desnuda, en la casa de subastas Christie's, en Londres.
Los
retratos publicitarios de Kate Moss deben verse como iconos. En este
sentido estos retratos participan en la subversión de la impronta
iconoclasta del racionalismo occidental.
Kate
Moss, cuyo retrato ahora vendido pintó en 2002, es una excepción. Freud
prefiere retratar a la gente común, sin ropa, para que le revelen los
"aspectos más básicos de sus instintos y sus deseos". No le gusta
trabajar con modelos profesionales porque, dice, "de tanto ser miradas,
les ha salido una segunda piel". El cuerpo desnudo clama por ser
cubierto no tanto contra el frío y la lluvia con contra la mirada de los
que van vestidos. Ser desvestido es la humillación final, de manera que
sólo sobre la premisa de la confianza se desnuda uno voluntariamente
poniéndose, por medio de la transición a la desnudez, en poder del otro.
Adolfo Vásquez Rocca
Retratar
un figura como Kate Moss debe haber representado un doble desafío para
Freud: no dejarse llevar en la realización del retrato por los cánones
de belleza impuestos por una pretendida "perfección publicitaria", y
penetrar esa "segunda piel" para intuir qué mujer hay detrás de ese
cuerpo preparado para agradar.
Como
Freud no usa modelos profesionales sus obras se basan en los cuerpos de
sus amigos. Posar para él requiere comprometerse durante largas
jornadas, y durante días, o meses, según el tiempo que él considere que
requiere su obra.
4.
Freud
no utiliza modelos profesionales, porque, en efecto se colocan la
desnudez como una vestimenta cuando se quitan las ropas, cambiando así
un traje por otro. A Freud le interesa trabajar a partir de la
reacción-relación que se produce con el desnudo: posar desnudo indica
una gran confianza por parte de la gente, o una gran autoridad
por parte de Freud, o probablemente alguna combinación de confianza y
temor. Estas transacciones de estar por casa tienen lugar en lo que
claramente es el estudio del artista, pero a causa de la relación moral
entre el artista y su objeto hay una intimidad implícita en el espacio
que trasciende la esfera esencialmente pública del estudio. Un modelo
puede objetar que un extraño entre en el estudio mientras está posando,
pero eso sería así porque hay un contrato implícito entre artista y
modelo en el que no está contemplado que entre alguien. Un extraño
entrando en el estudio de Freud sería un intruso que violaría una
atmósfera de confianza o de sumisión2.
El
constante ejercicio de la observación (ese ejercicio de querer penetrar
la "carne" de las personas para acceder a la persona misma) son lo que
el pintor Lucian y su abuelo Sigmund parecen tener en común. La atención
a lo que circula bajo la "superficie"3.
Lucian
Freud es ineludiblemente nieto de Sigmund Freud, quien sin duda tendría
un par de cosas que decir acerca de tener las propias hijas desnudas
paseando arriba y abajo por el estudio, donde no se trata simplemente de
una ecuación entre carne y pintura, sino de carne de la carne del artista
y la pintura. Bajo los auspicios del nudismo, algunas familias pueden
insistir en lo sano de jugar juntos desnudos. Pero Freud enfatiza otro
aspecto en la desnudez [nakedness]
lo que comporta un importante peso psicológico que imponer, incluso en
tiempos modernos , cuando todavía es significativo el recelo atávico con
el que los hijos desvían la mirada de la desnudez [nakedness] de su padre en la gran pintura La embriaguez de Noé, atribuida
a Giovanni Bellini. O al menos dos de los hijos lo hacen; el tercero
según Richard Wollheim, observa en una maravillosa discusión de la
pintura, lleva un rostro “torcido por una sonrisa salaz”4.
5.
Dos
cuadros, por referirnos sólo a los casos más bullados, de los tantos
pintados por Lucian Freud levantaron polvareda en el mundo de las artes.
Uno fue el retrato de la reina Isabel II. Lejos de una imagen de
grandeza, la Reina aparece como una anciana común y corriente. La
opinión pública británica respondió escandalizada, pero la obra figura
en la colección privada de Isabel II. El pintor sorprendido por una
admiradora desnuda es un autorretrato que también generó polémica. En
él, una joven se aferra, tirada en el suelo, a las piernas de Freud.
Sobre ello, el diario británico The Independent
ha dicho: "Dada la fama del artista de ser un tanto libertino en lo que
a su relación con las mujeres -especialmente si son jóvenes- se
refiere, el cuadro va a provocar una frenética búsqueda de la identidad
de la modelo."
Ahora
bien, es como si el pintor asimilará, a partir de un largo escrutinio
de horas y a veces hasta de años, la vida de la persona hasta plasmarla:
Freud es una vasija receptiva y sensible a la vida interna oculta de
aquel o aquella que mira, captura las minucias y los recovecos del ser y
los recrea en el lienzo, los hace carne y alma. La revelación se nos
muestra en sorprendentes y vigorosas formas figurativas, sus desnudos,
en su mayoría retratos extendidos, muestran figuras completas compuestas
por partes (casi autónomas, adjetivales) que nos dan una esencia
integral del retratado. La mayoría de sus pinturas presentan al modelo
en incómodas posiciones que, bajo la estilética mirada del autor
(despiadada y clínicamente aguda), sucumben a un registro visual donde
cada poro, cada curva, protuberancia o irregularidad de la piel queda
plasmada. En los trazos y las gruesas pinceladas de Freud se esconde el
gesto y la memoria de la carne.
6.
La
realidad, cruda, exaltada, de las imágenes en la pintura de Freud trae
consigo un sentimiento de melancolía y desolación, enfatizado por los
matices grisáceos, olivos que les da a ciertas pieles. Cómplices para
crear la atmósfera y personalidad del modelo, la presencia de sillones y
muebles raídos, paredes descarapeladas, cortinas que no dejan pasar la
luz y, finalmente, escenarios cerrados detrás de las figuras (que, en
realidad, es su propio estudio) hacen que éstos aparezcan como si
estuvieran en su mundo privado. Freud crea composiciones donde las
espesas capas de pintura dan un efecto reminiscente de materia casi
viva, tangible, ello desconcierta a muchos de sus espectadores ya que
parecería que, en cada cuadro, se tiene la oportunidad de acceder a un
acto vouyerista, como si se fuera un intruso en la vida intima de los
otros. Sobre ello Freud ha dicho que esta sensación de incomodidad o
vergüenza ante la evidencia de sus desnudos es su aliada ya que la
pintura debe sacudir y provocar al espectador y, a partir de ello, se
inicia el diálogo, el involucramiento entre la obra y la mirada del
espectador.
Para
Freud “la pintura es la persona”. En ese “poder ser la persona” es
donde reside el misterio singular de la creación artística capaz de
develar la asombrosa profundidad humana del ser, característica de todo
gran retrato.
Resultado
de seis años de complejas negociaciones, ya que Freud requiere que sus
modelos posen durante sesiones agotadoras, y al cabo de casi dos años de
trabajo, la pintura de 23 por 15 cm ha desatado una viva polémica en la
opinión pública británica. No es para menos. Freud ha afirmado: “Mis
modelos me interesan en cuanto animales. Quiero usar, registrar y
observar rasgos particulares acerca de una persona determinada”. Por
eso, como era de esperar, el pequeño cuadro no es condescendiente con la
augusta modelo. Sin embargo, se trata de una obra que impresiona por la
compleja personalidad que consigue transmitir. Alejado de las imágenes
habituales, que presentan a la reina distante y envuelta en los símbolos
del poder, el minúsculo retrato es un atrevido primerísimo plano en el
que, bajo la diadema que ha popularizado en las ceremonias públicas y en
los sellos postales, se encuentra una mujer en quien se siente el
avance de la edad y que muestra inequívocas señales de haber vivido.
Aunque baja su mirada ante la proximidad de la nuestra, tan inquisitiva,
en realidad parece estar ajena a nosotros, manteniendo un profundo
diálogo consigo misma. Como todo gran artista, Freud ha conseguido
atravesar la arrugada piel de su modelo para llevar al espectador más
allá, a explorar esos otros pliegues, los más íntimos, los que el pincel
fue descubriendo con paciente trabajo en las más de setenta sesiones
durante las que se enfrentaron modelo y pintor.
Dentro
de muchos años, Isabel II seguirá descubriendo su interior a quien
contemple el pequeño cuadro de Freud, como lo continúan haciendo los
personajes de Holbein, de Velázquez y de otros grandes artistas. Lo
podrá hacer porque todo gran retrato representa el triunfo de esa
habilidad singular y tan misteriosa, humana por excelencia, mediante la
cual un universo abstracto integrado por formas, luces, sombras y
colores permite, nada menos, que el artista transmita, en toda su
complejidad, la trama que constituye la experiencia vital del hombre.
Adolfo Vásquez Rocca Universidad Andrés Bello UNAB
Doctor
en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso;
Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía
IV. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la Pontificia
Universidad Católica de Valparaíso; Profesor de Antropología y Estética
en el Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad Andrés Bello
UNAB. – En octubre de 2006 y 2007 es invitado por la 'Fundación Hombre y
Mundo' y la UNAM a dictar un Ciclo de Conferencias en México. –
Miembro del Consejo Editorial Internacional de la 'Fundación Ética Mundial' de México. Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Argentina. Miembro del Conselho Editorial da Humanidades em Revista, Universidade Regional do Noroeste do Estado do Rio Grande do Sul, Brasil. Director de Revista Observaciones Filosóficas.
Profesor visitante en la Maestría en Filosofía de la Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla y Profesor Asociado al Grupo Theoria
–Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado– UCM. Académico
Investigador de la Vicerrectoría de Investigación y Postgrado,
Universidad Andrés Bello. Artista conceptual. Ha publicado recientemente el Libro: Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización, Colección Novatores, Nº 28, Editorial de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia, España, 2008.
BIBLIOGRAFÍA:
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GELOS, Natalia, “Lucien Freud: la intensa historia del artista vivo más caro de la historia”, en El Clarín de Buenos Aires, Edición: lunes 19 de Mayo 2008.
-
DANTO, Arthur C., La Mandonna del Futuro, Editorial Paidós, Barcelona, 2003
-
VÁSQUEZ
ROCCA, Adolfo, "La Escuela de Londres o 'Pintura del desastre';
Francis Bacon, Lucien Freud y Frank Auerbach", en Psikeba Revista de
Psicoanálisis y Estudios Culturales, Buenos Aires, 2007, ISSN
1850-339X.
-
PÉREZ BERGLIAFFA, Mercedes , “Retrato de Lucien Freud, el último gran pintor figurativo”, en El Clarín de Buenos Aires, Sociedad, Edición: Lunes 21.02.2005.
-
Lucian
Freud : una reflexión psicoanalítica sobre lo enigmático del cuerpo y
del mundo. ISBN: 978-987-00-0819-4, Varios Autores, Buenos Aires:
Lumen, 2008.
-
FEAVER, William. Lucian Freud. Fundación La Caixa. Barcelona. 2002.
-
AUERBACH, Jack. Lucian Freud. Portraits. Jack Auerbach Films LTD. London, 2004.
Adolfo Vasquez Rocca,
Adolfo Vásquez Rocca Dr. en Filosofía,
Artes,
Estética,
Filosofía,
Filosofía Arte,
Filosofía Contemporánea,
Profesor Adolfo Vásquez Rocca
ARTE CONCEPTUAL, ESTÉTICA Y ANTROPOLOGÍA CULTURAL: ESTUDIOS URBANÍSTICOS Y BIOPOLÍTICA. Dr. ADOLFO VÁSQUEZ ROCCA
Adolfo Vásquez Rocca
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