Adolfo Vásquez Rocca PhD
Palabras Clave: Estética, Jacques Rancière, cine, política, retórica, fábula, intervención, desacuerdo, imagen, arte, ética.
“¿Qué es un símbolo? Decir una cosa y significar otra. ¿Por qué no decirlo directamente? Por la simple razón de que ciertos fenómenos tienden a disolverse si nos acercamos a ellos sin ceremonia”.
E. Win
JACQUES RANCIÈRE; DEL CINE COMO ARTE A LAS POLÍTICAS ESTÉTICAS
1.-
Rancière1 se ocupa de la relación entre la política y la estética. El trabajo cartográfico de Rancière se caracteriza por el continuo intento de redescribir el modo en que se constituyen y se entrecruzan disciplinas y discursos. Rancière se interna en los territorios de la sensibilidad para explorar las políticas y el rol del arte, su constitución híbrida y ambivalente, así como las nuevas formas del desasosiego moderno.
Las reflexiones Jacques Rancière se desplazan entre el cine, la literatura, la historiografía del arte, el marxismo y la filosofía contemporánea. Rancière es profesor emérito de Filosofía en la Universidad de París VIII (St. Denis) y dicta clases como profesor visitante en diversas universidades, incluyendo Rutgers, Harvard, Johns Hopkins y Berkeley.
Jacques Rancière por Adolfo Vásquez Rocca
2.-
Jacques Rancière en La fábula cinematográfica2 redescribe la función del cine y propone un nuevo estatus para la estética y la ficción cinematográfica, a partir de lo que denomina políticas estéticas nos introduce en las “poéticas de la metamorfosis”. Este procedimiento parte de la convicción de que el cine no debería ser utilizado para narrar linealmente historias sino para conmover, a través de los movimientos sensibles de la cámara y la capacidad polisémica de las imágenes, los estados del ánimo y la conciencia de los espectadores.
Si lo habitual es privilegiar la racionalidad de la intriga –la narración– sobre el efecto sensible del espectáculo –lo puramente estético–, Rancière defiende lo contrario: la preeminencia de la verdad de lo sensible que prevalece sobre “las estructuras canónicas del pensamiento”. El filme nos debe conducir a un estado de incomodidad que nos obligue a ver la contradicción aportada por lo visible al significado narrativo o, dicho de otro modo, unir y contraponer la emoción estética a la angustia empática. Debe hacernos interesar en un sujeto o fenómeno para intentar comprenderlo. Tratar de entender cómo la gente puede cambiar. Allí el cine puede cumplir una función empática mucho más efectiva que la ética abstracta. La capacidad de concreción, de acotar una vivencia y a la vez abrirla a su dimensión universal, es algo que la ética no posee. El cine contribuye a la ampliación de la capacidad de imaginación moral, porque nos hace más sensibles en la medida en que profundiza nuestra comprensión de las diferencias entre las personas, de la diversidad –y ambivalencia– de sus necesidades y afectos.
El cine debe ser plástica y emocionalmente comunicativo de modo que los propios personajes y los planos expresen con contundencia la superioridad de la plasticidad por sobre la narratividad3.
El cineasta Raúl Ruiz ha configurado, precisamente, en su filmografía un universo poético cuya retórica consiste en –a partir de juegos y contradicciones lógicas– deconstruir las convenciones (narrativas) canonizadas por el cine norteamericano, convenciones que giran en torno al eje ideológico de la teoría del conflicto central, la que, a su vez, no es sino la operacionalización narrativa de los mecanismos de la competencia, característica del modelo neoliberal. La insubordinación de Ruiz resulta porque en el espesor artístico de su cine ubica dispositivos políticos que operan de modo post-hipnótico (para no llamarle subliminal) en medio de la película. Rancière, a su modo, se ha hecho eco de la critica al cine militante –que como asegura Ruiz no es sino una variante del cine comercial– cine que incurre en la impostura de pretender ser políticamente comprometido, de modo que si bien llega a ser crítico del capitalismo, en su sistema de producción se mantiene atrapado en la cultura consumista asociada a la industria del entretenimiento, lo cual –finalmente– no es malo ni bueno, si se admite y se actúa conscientemente de que esto constituye parte de la naturaleza misma del cine, que es arte sin dejar de ser industria. De allí que los grandes Directores –como es el caso del propio Ruiz o de Luis Buñuel en su período mexicano, hayan sabido escamotear con maestría las trampas del negocio para seguir produciendo un cine insurrecto, y esto en el núcleo mismo de la sociedad de consumo. Como se ve la crítica de Rancière parece estar dirigida a la falta de honestidad por parte de quienes se precian de hacer duras y ostensivas críticas sin reparar en que el arte con estas denuncias del capitalismo no hace otra cosa que dar fe de su propia carencia de poder4.
El cine de Ruiz es desde estas precisiones un cine de infiltrado, –un cine que mimetiza su disidencia– y las formas como subvierte los cánones narrativos tradicionales.
Todo arte es, como señala Ranciere5, un préstamo ejecutado por un trabajo perceptivo y discursivo obtenido de diferentes tipos de entretenimientos, rituales o ceremonias. La especificidad del cine es haber podido desarrollarse bajo una forma no experimental, a gran escala, aprovechando su estatus de entretenimiento. Si el cine ha podido negociar ciertas transacciones poéticas entre regímenes de narración y descripción diferentes es debido a que ha podido negociar tranquilamente la relación entre entretenimiento y arte, porque nunca ha sufrido el peso de demandas artísticas, porque ha estado encerrado en un espacio de diversión de masas, ha escapado de la urgencia política que ha conducido a la literatura, a la pintura, al teatro o a la música hasta respuestas globales. Incluso el imperativo industrial que obliga a los directores a rodar guiones impuestos, bajo reglas determinadas, ha otorgado al cine una especie de abrigo para definir una “modernidad tranquila”. Sólo el cine de autor constituyó una ruptura con este estatus industrial. Durante los años 60, el éxito de la política de los autores coincidió con el gran momento de cuestionamiento del arte. Godard integró las performances en la transformación de lo continuo cinematográfico, provocando una transformación de la mirada del espectador. El cine tomó sus préstamos del tumulto de las vanguardias o de las exigencias políticas para constituirse en un arte que preserva su identidad incluso a través de la revolución de sus modos de descripción y narración. Este es el clima en que surge la “disidencia de Ruiz” con los dispositivos narrativos del cine complacientes con las rutinas de la mirada, con la planificación clásica. Lo que existe es la puesta en escena, es decir, el estilo, redefinido por cada cineasta e incluso por cada película; el contenido hace a la forma, de lo que se trata en cada escena es de dominar el espacio y en el montaje dominar el tiempo.
Jacques Rancière comentando precisamente los efectos estéticos de las técnicas de montaje de imágenes usadas por autores como Godard y Ruiz, maestros y archivistas del séptimo arte sostiene que "...una historia es propiamente esa relación de interioridad que pone toda imagen en relación con cualquier otra, que permite estar ahí donde no se ha estado, producir todas las conexiones que no han sido producidas, volver a contar de otro modo todas las "historias"... La historia es la promesa de una omnipresencia y de una omnipotencia que son al mismo tiempo una impotencia de actuar sobre cualquier otro presente que el de su realización."6
Adolfo Vásquez Rocca PhD
Adolfo Vásquez Rocca
Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Profesor de Antropología y Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad Andrés Bello UNAB. – En octubre de 2006 y 2007 es invitado por la 'Fundación Hombre y Mundo' y la UNAM a dictar un Ciclo de Conferencias en México. – Miembro del Consejo Editorial Internacional de la 'Fundación Ética Mundial' de México. Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Argentina. Miembro del Conselho Editorial da Humanidades em Revista, Universidade Regional do Noroeste do Estado do Rio Grande do Sul, Brasil. Director de Revista Observaciones Filosóficas. Profesor visitante en la Maestría en Filosofía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y Profesor Asociado al Grupo Theoria –Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado– UCM. Académico Investigador de la Vicerrectoría de Investigación y Postgrado, Universidad Andrés Bello. Artista conceptual. Ha publicado recientemente el Libro: Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización, Colección Novatores, Nº 28, Editorial de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia, España, 2008.
1De Jacques Rancière en español puede leerse: El odio a la democracia, Madrid, Amorrortu, 2006 (a propósito de este libro léase la entrevista a J. Rancière titulada “El nuevo discurso antidemocrático” que se publicó en el nº 72 de Archipiélago); “El viraje ético de la estética y la política”, Santiago de Chile, Palinodia, 2006; “Sobre políticas estéticas,” Barcelona, Llibres de recerca, 2005; “El inconsciente estético”, Buenos Aires, Del Estante Editorial, 2005; La fábula cinematográfica. Reflexiones sobre la ficción en el cine, Barcelona, Paidós, 2005; “El maestro ignorante”, Barcelona, Laertes, 2003; “La división de lo sensible. Estética y política”, Salamanca, Consorcio Salamanca, 2002; y “El desacuerdo. Política y filosofía”, Buenos Aires, Nueva Visión, 1996.
2 RANCIÈRE, Jacques, La fábula cinematográfica, Reflexiones sobre la ficción en el cine, Paidós , Barcelona, 2005.
3VI. Dominique Païni y Santos Zunzunegui: El pensamiento se mueve en las aceras. Fronteras y estrategias del ensayo. Proyección: Histoire(s) du cinéma (1988-98, Jean-Luc Godard), cap. 1a y 1b. - Un texto de Cristina Álvarez
4RANCIERÈ, Jacques, “No existe lo híbrido, sólo la ambivalencia”; Entrevista con Sadeep Dasgupta, en Fractal Nº 48.
5“El destino del cine como arte” (Entrevista a Jacques Ranciere). Declaraciones a su amiga Emmanuel Burdeau y al editor de “Cahiers du Cinéma” Jea-Michel Frodon (1/12/2004) publicada en la edición 598 de la revista francesa.
6RANCIÈRE, Jacques, La fable cinématographique, Paris,: Seuil, 2001 p. 236
Estética, Jacques Rancière, cine, política, retórica, fábula, intervención, desacuerdo, imagen, arte, ética.
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