I N V E S T I G A C I Ó N
| El Existencialismo es un Humanismo | Sartre
| La carta sobre el Humanismo de Heidegger | Heidegger
Dr. Adolfo Vásquez Rocca
I.
En
Francia, lo mismo que en Alemania, después de 1945, tras los años de
barbarie y traición, volvía a la actualidad el problema del
humanismo, de su revitalización o renovación. Por ello también, Sartre,
y poco más tarde Heidegger, se sintieron incitados a entrar en la
cuestión.
En
su tiempo, el existencialismo se vio forzado a echar mano del humanismo
para hacer frente a diversas acusaciones. Caracterizado por cierta
crítica como una variante del “nihilismo”. Sartre se defendió afirmando
el carácter “humanista” de su doctrina. De hecho, aduciría que el
verdadero humanismo sólo podría ser existencialista. La base del
existencialismo es, según se sabe, la asunción de la finitud y el
desamparo en que se hallan los hombres: lo humano es un proyecto
construido —y cumplido— en medio del vacío absoluto: en la irremisible
ausencia de Dios. El hombre está condenado a ser libre. Sartre no ha
contribuido casi nada a comprender la sustancia del humanismo, e incluso
ha oscurecido su propia posición. Ahora bien, la identificación entre
el existencialismo y el humanismo también dio pie a la aparición de un
texto notable, la Carta sobre el “Humanismo” de Martin Heidegger, el
primer documento del pensamiento de Heidegger publicado después de 1945.
Escrito en 1946 como carta abierta a Jean Beaufret, su discípulo más
importante en la escena filosófica de Francia después de la guerra.
Beaufret había planteado a Heidegger la pregunta: “¿De qué manera puede
darse de nuevo un sentido a la palabra humanismo?”. Heidegger abordó la
pregunta con agrado, pues le daba oportunidad de responder al escrito de
Sartre ¿Es el existencialismo un humanismo?,
aparecido pocos meses antes y que también en Alemania era discutido
profusamente. Incluso después de que no se llegara a un encuentro
personal con él, Heidegger buscaba la disputa con Sartre. En cualquier
caso, el existencialismo de Sartre, después de una mítica conferencia
pronunciada el 29 de octubre de 1945, que tenía como base el ensayo
mencionado, de la noche a la mañana se convirtió en una figura de la
cultura europea. Las ideas de Sartre después de esta conferencia
dominaron las discusiones, apenas pasaba un día en el que no fueran
mencionados o citados Sartre y el existencialismo. Pocos meses antes
Sartre había dicho: “¿EI existencialismo? No sé lo que es eso. Mi
filosofía es una filosofía de la existencia”1.
Y ya en diciembre de 1945 circulan los primeros manuales del
existencialismo, el que constituido en una credo militante se propugnaba
bajo la consigna de “Comprométete, lleva contigo la humanidad, créate a
ti mismo siempre de nuevo, solamente a través de tus acciones”2.
Con su legendaria conferencia Sartre había respondido a la pregunta por
el destino del humanismo en una época que acababa de experimentar los
excesos de la barbarie. La respuesta de Sartre sonaba así: no hay
valores humanistas a los que podamos confiarnos por el hecho de que
supuestamente estén anclados con firmeza en nuestra civilización. Dichos
valores se dan tan sólo si nosotros los inventamos siempre de nuevo en
la situación de la decisión y hacemos que se traduzcan a la realidad. El
existencialismo sitúa al hombre ante esta libertad y la responsabilidad
a ella ligada. Por esto, el existencialismo no es ninguna filosofía de
huida de la realidad, del pesimismo, del quietismo, del egoísmo o de la
desesperación. Este era el argumento -y la apología- central de “El
Existencialismo es un Humanismo”.
Ahora
bien, no es casual que la formulación de Sartre, fácil de retener en la
memoria, según la cual “la existencia precede a la esencia”, afectará e
hiciera eco profundo -precisamente- en la destruida Alemania, era
natural que afectará e identificará el sentimiento de aquellos hombres
que después de la catástrofe se encontraban de nuevo ante sí mismos,
bajo las ruinas, con la conciencia de haber escapado de allí. Quien
había salvado su existencia, podía en cualquier caso empezar de nuevo. Y
precisamente en ese sentido, la sutilísima frase filosófica hizo
carrera en la Alemania de posguerra3.
En las destruidas ciudades alemanas la mayoría de las cosas había
perdido su importancia, en la sombría Alemania hace eco aquello de que la existencia constituye la esencia. Rossellini emprendió con Alemania año cero
(1947), un filme memorable, donde plasma aquel estado de ánimo,
trazando el sendero sobre el cual el cine contemporáneo daría sus
primeros pasos. Precisamente, la propuesta entera de cineastas como
Antonioni parece provenir del cuarto de hora final de Alemania año cero,
con el largo y silencioso vagabundeo de Edmund – el niño protagonista-
por las cales de un Berlín en ruinas que culmina con su suicidio, caída
desdramatizada desde lo alto de un edificio sin paredes4.
Adolfo Vásquez Rocca - El Existencialismo es un Humanismo - J. P. Sartre
No
sólo el de Sartre sino todo el humanismo —con independencia del
adjetivo que se le asigne— ha tenido como estrategia hacer del hombre la
fuente y la meta de todo valor, la defensa de la dignidad y libertad
esenciales de cada ser humano y la afirmación del carácter
autoemancipatorio de la cultura. Sus notas principales son, en tal
sentido, la asunción de nuestra herencia histórica y natural, pero
también, y esto lo torna problemático, su superación en miras a una
humanidad liberada. Pero ¿liberada de de la historia y de la naturaleza?
No parece factible que los hombres se conozcan (naturalmente) y se
reconozcan (históricamente) en el mismo movimiento en que se despojan de
su esclavitud respecto de las leyes de la naturaleza y de la lógica de
la historia. A efectos de situar
algunos rasgos de esta disputa es necesario atender a las modalidades
fundamentales de la crítica al “humanismo”, particularmente a la de
Heidegger.
Adolfo Vásquez Rocca
El argumento central de Heidegger en su crítica al “humanismo”
consistía en hacer ver que el hombre no puede imaginarse a sí mismo
como el principio, el centro y la meta de todo lo que es. En todo caso,
si lo afirma, será sólo una ilusión. Ciertamente: resulta casi imposible
representarse lo que es sin hacerlo en y con referencia a un sujeto
(individual, o colectivo: “yo”, o “nosotros”, los hombres). Pero sí es
posible, de acuerdo con Heidegger, pensar al hombre en su ex-centricidad
respecto del ser. Es posible “localizar” a lo humano en un espacio que
no por fuerza ha de coincidir con el inicio, el centro y la finalidad
del ser. Para ello, es preciso comenzar comprendiendo que el lenguaje no
es un instrumento puesto allí para que, merced a sus poderes, el mundo
se postre a nuestros pies. El lenguaje no sólo es un instrumento que el
hombre podría usar a voluntad. Cuando Heidegger propone las metáforas
del lenguaje como la “casa del ser” y al ser humano como el “pastor del
ser”, está aludiendo a ese carácter no instrumental, a la naturaleza
ambigua y radicalmente problemática de la lengua — y de su relación con
el mundo. Pero veamos un poco más de cerca esta operación. En un ensayo
recogido en Caminos de bosque, Heidegger se empeña en mostrar que lo
fatídico, para el hombre, no reside en quedar subordinado a los
productos de su voluntad —como heraldo funesto, la bomba atómica—, sino
en el carácter presuntamente incondicionado de su querer mismo: “lo que
amenaza al hombre en su esencia”, observa el filósofo, “es esa opinión
de la voluntad que piensa que por medio de una liberación,
transformación, acumulación y dirección pacíficas de las energías
naturales, el hombre puede hacer que la condición humana sea soportable
para todos y, en general, dichosa”54.
Una dicha que se reduce, dice Heidegger, a la locura imperturbable de
aquel que por querer autoconservarse se impone a todo, a cualquier
costa. La mayor amenaza consiste, por consiguiente, en creerse —y
quererse— a salvo, en imaginar que la autoimposición (técnica) es la
supresión (así fuere tendencial) de todo peligro — y de todo desorden.
El homo faber y el homo religiosus se dan la mano en esta común
exigencia de aseguramiento y salvación. Mas lo que por otra parte
distingue al hombre del resto de los seres vivientes no es sólo su
saber-hacer, su técnica y su razón, sino la posibilidad de arriesgar la
propia vida, de arriesgarla “al menos un soplo más…”, según enseñan los
poetas6.
Al fondo de lo humano no llega ni la teología ni la ciencia, porque lo
humano es exactamente la ausencia de fondo, el abismo (ontológico), y a
él no se llega con otra cosa que con valentía: con el valor, el
atrevimiento de la palabra poética: a saber, con la plena asunción del
riesgo que comporta el “ser” hombres. El humano no reposa en un
fundamento inconcuso, sino en una abertura que nunca cicatriza. Sólo por
la palabra poética puede asomarse a su propio abismo. En este sentido,
lo “humano” no es cuestión de querer más, sino de querer de otra forma,
de abrirse a lo abierto de otro querer. Solamente de ese modo podrían
los mortales encontrarse “a salvo”: des-preocupados de su necesidad de
permanecer —en todo momento— a salvo: “Sólo estaremos libres de
cuidado”, advierte Heidegger, “si no instalamos nuestro ser
exclusivamente en el ámbito de la producción y el encargo, de lo útil y
lo susceptible de protección. Sólo estamos seguros donde no contamos ni
con la desprotección ni con una protección edificada sobre el querer”.
Volver a lo abierto: ello exige renunciar a “leer negativamente” aquello
que es: “Pero”, interroga el filósofo, “¿qué es más ente, es decir,
pensado modernamente, qué es más cierto que la muerte?”7.
Tratándose de mortales, solamente lo abierto proporciona abrigo.
Nuestra morada es la intemperie. Sólo en ella —en su “afuera”— se
desprende la esencia (invisible) de los humanos: “… nuestra tarea”,
proclamaba Rilke, “es imprimir en nuestra alma esta tierra provisional y
perecedera de modo tan doloroso y apasionado que su esencia vuelva a
surgir en nosotros ‘invisible’. Nosotros somos las abejas de lo
invisible. Libamos incesantemente la miel de lo visible, para acumularlo
en la gran colmena de oro de lo Invisible”8 .
Adolfo Vásquez Rocca Doctor en Filosofía
Porque,
si se trata de alcanzar la vecindad del ser, el hombre tiene que
aprender a existir —poéticamente— en lo innominado. En otros términos,
Heidegger establece la imposibilidad de comprender al “hombre” a partir
de sí mismo, o al menos a partir de aquello que la tradición ha
establecido como su esencia: es preciso por consiguiente abandonar la
metafísica del animal rationalis. “No puede el hombre”, advierte un
comentarista, “dominar la ‘crisis’ mediante la razón. El hombre es
arrastrado por la ‘crisis’, cercado por las potencias que le acosan. La
razón que él cree ‘tener’ no puede servirle para transformar el mundo en
‘tierra’, puesto que es esta razón precisamente la que le ha forjado el
mundo tal como es actualmente, extendido y representado ante él como un
campo de energías ‘explotables’, entregado a una dominación sin
objetivo”. En las primeras páginas de la Carta sobre el humanismo,
Heidegger puntualiza: “Todo humanismo o se funda en una metafísica o se
hace a sí mismo fundamento de una metafísica. Toda determinación de la
esencia del hombre que presupone la interpretación del ente sin la
pregunta por la verdad del ser, sea con saber, sea sin saber, es
metafísica. Por eso es lo propio de la metafísica, y por cierto con
respecto al modo como se determina la esencia del hombre, se muestra que
es ‘humanista’”9.
Sloterdijk Adolfo Vásquez Rocca
La
sentencia de Heidegger parece inapelable. Todo humanismo es metafísico.
Metafísica es, en semejante perspectiva, la imposibilidad de pensar la
diferencia entre el ser y los entes, la confusión entre la presencia y
el ser. El humanismo es metafísico, en particular, porque obstaculiza la
emergencia de un preguntar más originario y radical: un preguntar
des-centrado con respecto del hombre mismo. Tan sólo en el interior de
ese pensar ex-céntrico podría pensarse la peculiaridad humana, su
pertenencia a la verdad del ser — e incluso la pertinencia de una
interrogación y de un conocimiento semejantes. El camino avistado por
Heidegger enseña que aquello que el hombre tenga de esencial es
consecuencia de una solicitación que no reposa en sí mismo — que no
procede de él. Lo esencial del ser humano no está “en” él, sino, al
contrario, en su estar fuera de sí. La esencia le es suscitada por el
ser. Aquí no se trata ya de proceder aristotélicamente. El hombre no es
un animal que además sea racional, que se encuentre además dotado de
alma, de espíritu, de existencia: de “religión”. La esencia no se
descubre por agregación de atributos. No es, en breve, un animal que
además hable. Ciertamente: razona, habla, existe, cree. Pero el hecho de
que hable tiene que pensarse bajo una luz que en absoluto es la luz del
quirófano metafísico. Y lo mismo ha de decirse con respecto de la ratio
y la existencia. Porque no es cuestión de una mera inversión de
términos. La metafísica (tradicional) tiende un lazo de subordinación
que la metafísica (humanista, existencialista, sartreana) se esfuerza en
invertir: la existencia, según ella, precede a la esencia. “Pero el
revés de una frase metafísica sigue siendo una frase metafísica”. El
humanismo es correlativo al olvido de la “verdad del ser” — y es ésta, y
no la “esencia” del hombre lo que se da, lo que se ofrece, lo que
despierta al pensar. Aquél no puede pensar el origen de esa
diferenciación entre esencia y existencia. Que el hombre sea racional,
que sea una “persona”, que tenga alma y cuerpo, que sea un “animal
social”, son atribuciones que sin ser falsas descuidan la “peculiar
dignidad” del (ser) humano. Pues el hombre no es el señor del ente. Más
bien, diría el pensador, es el huérfano del ser. No decide (no está en
su mano) si él mismo aparece, si los dioses, la naturaleza, la historia,
se presentan o se ausentan.
DEL EXISTENCIALISMO DE SARTRE AL 'ANTI- HUMANISMO' DE HEIDEGGER Por Adolfo Vásquez Rocca
Adolfo Vásquez Rocca
1SARTRE, J. P.. El existencialismo es un humanismo.
2Ibid
3SAFRANSKI, Rüdiger, Un maestro de Alemania, p. 413.
4VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo.
5Martin
Heidegger, “¿Y para qué poetas?”, en Caminos de bosque, Alianza,
Madrid, 1996, p. 265. Para este parágrafo, remito a La fuga de lo
inmediato. La idea de lo sagrado en el fin de la modernidad, Editorial
‘Ilu, Madrid, 1999, cap. V, sección I.
6Rainer Maria Rilke, según los versos inéditos examinados por Heidegger, Caminos de bosque, o. c., p. 267
7 Ib., p. 269 y 273
8 Rilke, carta del 13/11/25, cit. en Ib., p. 279
9 HEIDEGGER, Martin, Carta sobre el humanismo, Taurus, Madrid,
Adolfo Vásquez Rocca - El Existencialismo es un Humanismo - J. P. Sartre
DEL EXISTENCIALISMO DE SARTRE AL 'ANTI- HUMANISMO' DE HEIDEGGER Por Adolfo Vásquez Rocca
E-mail: adolfovrocca@gmail.com
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"DEL EXISTENCIALISMO DE SARTRE AL 'ANTI- HUMANISMO' DE HEIDEGGER
Vásquez Rocca. Adolfo, "Sartre; Teoría Fenomenológica de las emociones y conciencia posicional del mundo", En Revista OBSERVACIONES FILOSÓFICAS, Nº 6 / 2º, 2008, Asociada al Postgrado en Filosofía - PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALPARAÍSO y al Grupo THEORIA - Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado. ISSN 0718-3712
http://www.observacionesfilosoficas.net/sartreteoriafenom.html
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SLOTERDIJK. DEL EXISTENCIALISMO DE SARTRE AL 'ANTI- HUMANISMO' DE HEIDEGGER Dr. Adolfo Vásquez Rocca Doctor en Filosofía